Pero antes no sabías
la realidad más honda de este mundo;
El odio, el triste odio de los hombres,
que en ti señalar quiso
por el horrible acero su victoria,
con tu angustia postrera
bajo la luz tranquila de Granada,
distante entre cipreses y laureles.
Y entre tus propias gentes
y por las mismas manos
que un día servilmente te halagaran.
Elegía a un poeta muerto. Luis Cernuda.
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